El discurso
El presidente Luis Abinader acaba de pronunciar su discurso de rendición de cuentas, orientado a insuflar esperanza y optimismo a la población, agobiada por los severos efectos de la pandemia. El tono fue cálido, directo. La extensión larga.
La alocución contuvo ideas de singular relieve. Por ejemplo:
Reconocer, con humildad y franqueza, que: “Ningún Gobierno, de ningún color político, en ningún país, estaba preparado para una situación como la actual”. Y asegurar: “Durante estos meses largos de pandemia nuestro objetivo ha sido trabajar, trabajar y trabajar para salvar vidas, para salvar empresas, para salvar empleos, y a la vez prepararnos para avanzar hacia las metas de desarrollo económico y social que contempla nuestro programa de gobierno”.
O cuando dijo: “Necesitamos transformaciones que nos conviertan en un pueblo de leyes y no una comunidad sometida a la cambiante voluntad de sus gobernantes… Uno de los primeros decretos que firmé fue para designar un Ministerio Público políticamente independiente. Y este es posiblemente el cambio más radical que haya experimentado nuestra democracia en los últimos años”. El reto, ahora, es consolidarlo.
O cuando expresó: “Ningún ciudadano, en ninguna parte del mundo puede ser libre si no se siente seguro… pero les adelanto, que no vamos a poder disminuir la cantidad de homicidios que padecemos, sin un importante desarme de la población, que debemos afrontar”. Esta parte hay que meditarla con sosiego. El desarme que tuvo lugar en época de la intervención norteamericana facilitó el ascenso del tirano Trujillo al poder.
O cuando confesó: “El Gobierno… tiene el firme objetivo de acabar con la pobreza en nuestro país. Sé que no es un reto fácil, pero me siento con fuerzas para afrontarlo. Es la fuerza de los sueños la que nos mueve a la acción, a la participación y al compromiso. Esa es la fuerza que vibra en mí y en el alma de nuestra Nación”.
En efecto, solo los sueños, incubados en seres excepcionales, permiten transformar los pueblos. El principal cuello de botella que afecta a la nación es la inoperancia para convertir los sueños (planes y estrategias) en realidades tangibles. La capacidad de ejecución no está a tono con el pensamiento que las mueve. Romper ese cuello de botella es fundamental.
Aplicado ese concepto al momento actual implica canalizar la campaña de vacunación contra el coronavirus por conductos ágiles, que permitan el uso masivo de los recursos humanos y físicos de prestación de salud.
El discurso también fue rico en informaciones relevantes.
Una dice: “En la segunda mitad de este año 2021 empezaremos a construir en la línea divisoria entre ambos países, República Dominicana y Haití, las nuevas medidas de refuerzo de la seguridad que combinarán los medios físicos y tecnológicos, e incluirán una doble verja perimetral en los tramos más conflictivos…”. Es fundamental para apuntalar la soberanía.
Otra asegura: “Vamos a poner solución a esto ya (el peaje sombra de la Autopista del Nordeste), y estamos estudiando la vía legal para hacerlo”. Es algo ansiado por la población.
Una más dice: “El campo dominicano está sembrado y la alimentación del pueblo garantizada… algunos precios aumentan debido a esos factores externos, pero es inaceptable que se quiera especular con los alimentos”. El agro sufre el incremento de costos. Los intermediarios hurtan sus ganancias y la urbe fuerza a que la subsidien. Controlar los precios traería escasez.
El presidente expresó la aspiración de “llevar agua potable a todos los hogares, y a tener ríos limpios”. Y agregó que el esfuerzo “requiere de una voluntad política colectiva para crear un marco legal que regule el uso, la conservación y el aprovechamiento de nuestra agua. Y la protección de las cuencas acuíferas”. Habría que añadir que sin bosques no hay agua. Es ahí donde debe fijarse la máxima atención.
Fue importante el anuncio de la convocatoria a licitación pública para la “contratación de nueva energía y potencia producidas por plantas generadoras que construirán inversionistas privados en la Bahía de Manzanillo, con sus respectivos depósitos de gas natural, y que incrementarán en 800 megavatios la capacidad de generación de nuestro sistema eléctrico”.
Y de que se modificará “la ley de hidrocarburos 112 – 00 con el objetivo de revisar la estructura de costos y lo relacionado a la fijación actual de los precios de combustibles”. Esta ley ha sido vital en la recuperación de los ingresos fiscales. La corrección de las desviaciones no debería poner en peligro los logros.
En resumen, un discurso de aliento y estímulo ante una crisis mundial sin precedentes.