Policía de Myanmar endurece represión contra las protestas
La policía de Myanmar intensificó el sábado su represión contra los manifestantes que protestan por el golpe de Estado, desplegándose antes y en gran número para impedir las movilizaciones en las dos mayores ciudades del país y en otros lugares.
En algunas zonas, las fuerzas de seguridad parecieron más agresivas a la hora de utilizar la fuerza y practicar detenciones, con más agentes vestidos de civil que antes. Fotos publicadas en redes sociales mostraron que los residentes de al menos dos ciudades, Yangón y Monywa, resistieron levantando barricadas callejeras improvisadas para tratar de obstaculizar el avance la policía.
En el plano internacional, la crisis de Myanmar dio un giro dramático el viernes cuando, durante una sesión especial de la Asamblea General, el embajador del país ante Naciones Unidas declaró su lealtad al depuesto gobierno civil de Aung San Suu Kyi y pidió al mundo que presionase al Ejército para que ceda el poder.
Las autoridades efectuaron detenciones en Yangón y Mandalay, las dos ciudades más grandes del país donde los manifestantes han salido a la calle a diario para exigir de forma pacífica la restauración del gobierno de Suu Kyi, cuya Liga Nacional para la Democracia ganó por una amplia mayoría las elecciones de noviembre. La policía es cada vez más estricta en la aplicación de una orden de la junta que impide las concentraciones de cinco o más personas.
Muchas otras ciudades y localidades han registrado también grandes protestas contra el alzamiento militar.
En Dawei, en el sureste del país, y en Monywa, a 135 kilómetros (85 millas) al noroeste de Mandalay, la policía empleó la fuerza contra los inconformes. Ambas ciudades, que tienen menos de 200.000 habitantes, han sido testigo de grandes movilizaciones.
En redes sociales circularon reportes no confirmados sobre la muerte de un manifestante por un disparo en Monywa. La información no pudo contrastarse de forma independiente pero parecía creíble, con fotografías y la identificación de la víctima. Los reportes desde Monywa hablaban también de decenas de personas arrestadas.
El golpe de Estado revirtió años de lentos avances hacia la democracia tras cinco décadas de gobiernos militares. El partido de Suu Kyi debería haber tomado posesión para un segundo mandato de cinco años, pero los militares impidieron la apertura del Parlamento y la detuvieron, junto al presidente, Win Myint, y a otros altos cargos de su gobierno.
En la Asamblea General en Nueva York, el embajador de Myanmar, Kyaw Moe Tun, declaró en un emotivo discurso ante los demás delegados que representa al “gobierno civil (de Suu Kyi) elegido por el pueblo” y dijo que respaldaba la lucha contra el régimen militar.
Además, instó a todos los países a emitir enérgicas declaraciones de condena y se negó a reconocer a la junta. El embajador solicitó también medidas internacionales más firmes para frenar la violencia de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes pacíficos.
Moe Tun recibió el aplauso de muchos diplomáticos de los 193 países que forman el organismo y los elogios de otros compatriotas en redes sociales, que lo describieron como un héroe. El embajador hizo un saludo con los tres dedos de una mano en alto, un gesto adoptado por el movimiento de desobediencia civil, al final de un discurso en el que habló en birmano.
En Yangón, la policía comenzó a realizar arrestos temprano el sábado en la intersección del Centro Hledan, que se ha convertido en el punto de reunión para los manifestantes que luego se dispersan por otras partes de la ciudad. Los agentes hicieron lo mismo en barrios residenciales.
Las fuerzas de seguridad trataron también de impedir las protestas en Mandalay, donde se establecieron controles en varios cruces clave y las zonas donde suelen celebrarse las protestas estaban llenas de uniformados.
Como ocurre regularmente, los monjes budistas ocuparon un lugar destacado en la marcha del sábado en Mandalay, dando autoridad moral al movimiento de desobediencia civil.
Mandalay ha sido escenario de varias confrontaciones violentas y de al menos cuatro de las ocho muertes confirmadas ligadas a las protestas, según la Asociación de Ayuda a Prisioneros Políticos, un grupo independiente. El viernes, al menos tres personas resultaron heridas, dos de ellas por el impacto de balas de goma en el pecho y otra que parecía tener una herida de bala en una pierna.
De acuerdo con la asociación, 771 personas han sido arrestadas, acusadas o sentenciadas en algún momento en relación con la sublevación militar, y 689 están detenidas o buscadas por las autoridades.
La junta dijo que asumió el poder porque las elecciones del año pasado estuvieron plagadas de irregularidades. La comisión electoral previa al golpe había rechazado las acusaciones de fraude generalizado. Los militares cesaron a los miembros del organismo y nombraron a otros, que el viernes anularon los resultados de los comicios.