Sin noticias de la princesa Latifa
La vida y la libertad de una mujer de 35 años están en juego, y los videos grabados por ella misma hasta mediados del pasado verano, denunciando su cautiverio, han volcado una enorme presión sobre Emiratos Árabes Unidos, y sobre el emir de Dubái, el jeque Mohamed Bin Rashid al Maktum. Pero no es el único en sufrirla. La condescendencia de la comunidad internacional con uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo también pasa factura. El Gobierno del Reino Unido ha comenzado, tímidamente, a pedir explicaciones al amigo de la reina Isabel II que se ufanaba de sus caballos ganadores en las carreras de Ascot. La ONU ha reactivado una investigación del presunto trato cruel infligido sobre dos de sus hijas por el estadista, poeta, y modernizador del Golfo, después de que la expresidenta de Irlanda y ex Alta Comisionada de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Mary Robinson, se dejara utilizar como coartada para ocultar los presuntos abusos del emir.
El Gobierno de Emiratos no ha logrado despejar este viernes las dudas sobre si la princesa Latifa, secuestrada hace tres años en alta mar cuando huía de Dubái, sigue viva, a pesar del tibio comunicado emitido por su Embajada en Londres. “Queremos dar las gracias a todos aquellos que han expresado su preocupación por su bienestar [de la princesa], a pesar de que la cobertura de los medios no refleja en absoluto su situación actual. La familia confirma que Su Alteza está siendo atendida en casa, apoyada por su familia y médicos profesionales”, decía el texto.
Tres personas han mantenido viva la causa de Latifa durante tres años. La finlandesa Tiina Jauhialnen, que ayudó a la princesa a intentar escapar el 4 de marzo de 2018; David Haigh, un abogado británico que sufrió cautiverio durante dos años en Dubái; y Marcus Essabri, un primo materno de Latifa que reside actualmente en Londres. Durante casi un año fueron capaces de mantener comunicación con ella, mediante un teléfono móvil que consiguieron hacerle llegar. Este verano perdieron el contacto, y comenzaron a inquietarse. Después de un intenso debate con el equipo legal que les asesora, optaron por entregar a diversos medios británicos videos grabados por Latifa en el cuarto de baño de la residencia de Dubái donde aseguraba que la mantenían retenida. “Es la única habitación donde me puedo encerrar. Soy una prisionera. No tengo libertad. Me tienen esclavizada en esta jaula y mi vida no está en mis manos”, asegura la princesa con la cabeza reposada en una esquina de la pared.
Por primera vez en tres años, el Gobierno del Reino Unido y la ONU se vieron obligados a responder y exigieron a Emiratos una prueba de vida de la princesa. “Dado lo que acabamos de ver, creo que la gente querría, por una cuestión de humanidad, ver que está viva y se encuentra bien”, dijo el miércoles el ministro de Exteriores británico, Dominic Raab. “Hemos expresado nuestra preocupación por la situación, a la luz de las alarmantes pruebas de video que han surgido esta semana”, decía este viernes Liz Throssell, la portavoz del Alto Comisionado para Derechos Humanos de la ONU. “Hemos solicitado una prueba de vida, y mayor información”. Hasta el propio Boris Johnson ha tenido que pronunciarse sobre el asunto, pero ha optado por respaldarse en la investigación abierta por Naciones Unidas.
El abogado David Haigh, quien se halla al frente de la campaña #FreeLatifa (Liberad a Latifa) y fue encarcelado en Dubái en 2016 durante dos años, ha confirmado a EL PAÍS que acababa de entregar, en la mañana de este viernes, los vídeos de la princesa a los investigadores de la ONU. “Es lo mismo que hicieron hace dos años, cuando Mary Robinson se dejó fotografiar junto a Latifa. También aquello era una prueba de vida. Y ahora repetirán la jugada. Es como dar vueltas en círculo. No basta con que los dirigentes políticos aseguren que siguen de cerca y con preocupación el asunto. Deben distanciarse del emir hasta que permita que sus dos hijas sean liberadas”. “Esta vez, ni siquiera se han molestado en acompañar sus explicaciones de una foto. Nadie está comprando su estratagema”, cuenta irritada por teléfono Tiina Jauhialnen, la profesora de capoeira (arte marcial brasileño) que se convirtió en amiga íntima de Latifa. Juntas planearon la huida. Las dos compartían camarote en el yate contratado para cruzar el océano Índico, llegar a las costas de la India y conquistar la libertad. “Comenzamos a escuchar fuertes pisadas de botas en cubierta, gritos, e incluso disparos. Latifa entendió enseguida que nos habían descubierto. Estaba claro que era gente enviada por su padre. A mí me amenazaron con volarme allí mismo los sesos. Me arrastraron, y sacaron la mitad de mi cuerpo por la borda. Me pusieron armas en la cabeza desde los dos lados”, recuerda Jauhialnen.
Era un comando de fuerzas indias, y entregaron a la princesa y a sus dos cómplices (el tercero era el capitán de la embarcación) a un buque militar de Emiratos en alta mar. “Durante los cuatro o cinco primeros días me anunciaron que iba a ser condenada a la pena de muerte, por la gravedad de mis acciones. Luego sugirieron que sufriría la cadena perpetua. Fue a partir de la publicación del primer video de Latifa, y de toda la atención mediática que generó, cuando se implicó el Gobierno finlandés en mi liberación y todo cambió. Me dijeron que el emir me había perdonado”, relata con calma, sin contradicciones en su relato.
Seis esposas, 30 hijos
Al emir de Dubái se le han conocido hasta seis esposas y tiene 30 hijos. Su última mujer, la princesa Haya de Jordania, reside actualmente en Londres, a donde huyó desde Dubái con sus dos hijos. Se enfrenta a su esposo en un turbulento proceso de divorcio, en el que el juez ha dado ya por verdad asentada que Mohamed Bin Rashid ordenó el secuestro de Latifa. Y el de su hermana Shamsa, retenida a la fuerza en 2000 en medio de las calles de la localidad universitaria de Cambridge, en el Reino Unido, y devuelta a Dubái.
Emiratos Árabes, cuyos gobernantes han querido que además de un lugar de atracción turística sea un centro financiero y de avances tecnológicos, se ha convertido en los últimos años en un actor importante de la región, tanto por su oposición a Irán como por sus recientes relaciones con Israel. Todas esas eran ventajas que favorecían que sus aliados internacionales prefirieran mirar hacia otro lado cuando se trataba de los asuntos familiares internos de sus gobernantes. El caso de Latifa ha hecho cada vez más difícil de sostener ese doble rasero. “Siempre digo que es una mujer que nació en el lugar equivocado. No pertenece a esa cultura. Todos sus amigos eran extranjeros, pero no podía viajar ni estudiar”, cuenta Jauhialnen. “Y hasta ahora mucha gente aseguraba que no entendía todo el revuelo. Veían a Latifa, o a la propia Haya, como dos privilegiadas. Pero no es así. Si no tienes libertad, el dinero no significa nada”.