Crece la tensión entre la Policía y los manifestantes en las protestas contra el golpe en Myanmar
Después de seis días de protestas pacíficas, la Policía birmana ha recurrido este lunes a un cañón de agua para disolver una marcha de trabajadores en la capital, Naypyidaw, contra la junta militar, uno de los numerosos actos de desafío que se celebran este lunes por toda Myanmar, la antigua Birmania, contra el golpe de Estado perpetrado hace exactamente una semana. A las manifestaciones por todo el país se ha sumado la convocatoria de una huelga general, que ha tenido especial incidencia en Yangón, la capital económica y principal ciudad del país.
La manifestación en la capital política era especialmente simbólica: esta ciudad de nueva creación se diseñó en los últimos años de la dictadura castrense (1962-2011) con un trazado abierto y avenidas muy amplias para, precisamente, impedir aglomeraciones multitudinarias de protesta.
“¡Abajo la dictadura militar¡ ¡Libertad para los presos políticos!”. Coreando estos lemas, decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, han salido a las calles en Myanmar, la antigua Birmania, para reclamar el restablecimiento de la democracia y la puesta en libertad de los líderes del Gobierno civil detenidos desde el lunes, la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, de 75 años, y el presidente Win Myint, de 69.
Desde primera hora de la mañana decenas de columnas de manifestantes, muchos vestidos de rojo y negro —los colores de la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) de Aung San Suu Kyi—, marchaban hacia Sule, en el centro histórico de Yangón, la capital económica de Myanmar. Muchos llevaban pancartas en las que exigía la caída de la junta que encabeza el general Min Aung Hlaing, o globos rosas y rojos. Filas enteras de vehículos se les sumaban con sus bocinas.
Entre los participantes en la marcha, y el público que les aplaudía, numerosos brazos en alto con tres dedos apuntando al cielo: el gesto de rebeldía recogido de la saga cinematográfica Los Juegos del Hambre y que ya se había generalizado en las protestas estudiantiles en Tailandia surgidas el año pasado.
Cada tanto, según narran testigos presenciales, se escuchaba el himno de las protestas de 1988 —en las que Aung San Suu Kyi se transformó en líder política contra la dictadura militar—, Kabar Makyay Bu, cantado con la melodía de Dust in the Wind de Kansas.
Maestros y médicos con sus uniformes respectivos —el longyi o túnica tradicional en color verde y camisa blanca los unos, batas blancas los otros—, los primeros gremios que se sumaron a la campaña de desobediencia civil lanzada la semana pasada, y entre los que la huelga de este lunes ha sido más notable, se sumaban también a las marchas de protesta, según el digital independiente Frontier Myanmar. En Yangón, un grupo de monjes se unió a la manifestación con trabajadores y estudiantes. Enarbolaron banderas budistas multicolores junto a pancartas rojas con el color de la NLD.
“Los trabajadores sanitarios estamos encabezando esta campaña para urgir a los funcionarios a que se sumen”, declaraba Aye Misan, una enfermera en un hospital público en la misma ciudad, a la agencia Reuters. “Nuestro mensaje al público es que queremos abolir por completo este régimen militar y tenemos que luchar por nuestro destino”.
“Los manifestantes en Myanmar continúan inspirando al mundo, con unas acciones que se propagan por todo el país”, ha escrito el relator especial de Naciones Unidas para la antigua Birmania, Thomas Andrews. “Myanmar se está poniendo en pie para liberar a todos los que han sido detenidos y para rechazar la dictadura militar de una vez por todas. Estamos con vosotros”, ha agregado.
Este domingo, decenas de miles de personas participaron en lo que han sido las mayores manifestaciones en Myanmar desde 2007. Las protestas de entonces, apodadas la revolución azafrán por haber estado encabezada por monjes budistas, cuya túnica es de ese color, fueron reprimidas con violencia por las fuerzas de seguridad: en ellas murieron al menos tres monjes. Pese a todo, acabarían dando paso al proceso de transición democrática iniciado en 2011 e interrumpido el lunes pasado.
Las protestas, que incluyen también caceroladas nocturnas, no han dejado de crecer en tamaño desde que comenzó el golpe, pese a que ha continuado la campaña de detenciones y a los intentos de la junta militar por impedir las comunicaciones. Después de bloquear las principales redes sociales del país, incluida Facebook —con 22 millones de usuarios en una Myanmar de 54 millones de habitantes—, este fin de semana las autoridades castrenses impusieron un apagón de Internet que se prolongó 24 horas.
Las manifestaciones se han extendido incluso a zonas habitadas por minorías étnicas que han sido muy críticas con el Gobierno de la NLD, entre ellas Myitkyina, la capital del estado Kachin y a casi 1.500 kilómetros de Rangún, en una muestra del amplio rechazo que suscita el mandato militar.