Ecuador celebra unas elecciones en las que el expresidente Rafael Correa se lo juega todo
Ecuador decide este domingo si cierra el capítulo dedicado a Rafael Correa o le vuelve a dar alas. El exmandatario no es ninguno de los 16 candidatos a presidente que se miden en las urnas, pero el resultado de las elecciones determinará si los ecuatorianos quieren recuperar las formas de un gobierno que reinó durante 10 años con autoridad y un manejo fluido de recursos públicos. O si, por el contrario, se alinean con una opción económicamente liberal que apostará por el sector privado para dinamizar el deteriorado mercado laboral. Pero Correa no solo se juega su regreso político, quedando a expensas de que su delfín, Andrés Arauz, llegue a Carondelet. Su futuro personal y su estatus judicial dependen de esa victoria.
El fundador de la llamada Revolución Ciudadana tiene pendiente desde septiembre del año pasado una condena de ocho años de cárcel que le impide regresar al país. Como reside en Bélgica desde 2017 y nunca se presentó ante la Justicia ecuatoriana, el exmandatario no ha ingresado en prisión, pero la pena está aún por cumplir. “No va a ser necesario aplicar el indulto porque los mismos jueces van a revisar las decisiones judiciales, una vez que no tengan las presiones, las amenazas, los chantajes de este Gobierno”, aseguraba el candidato Arauz a inicios de año en una entrevista con el diario El Universo, en la que además dejaba por sentado que si se hacía con la presidencia de Ecuador, Correa sería uno de sus principales asesores.
El capital político que aún conserva el expresidente ha colocado, según los sondeos previos a las elecciones, a Arauz como uno de los dos candidatos con más opciones, junto a Gullermo Lasso, líder conservador del movimiento CREO. Pero si la alianza Unión por la Esperanza, las nuevas siglas que cobijan al correísmo, no recibe el apoyo de la mayoría de los votantes, su líder tendrá que esperar otros cuatro años para intentar revertir esos dos aspectos clave. Ni podrá entrar a territorio ecuatoriano sin arriesgarse a ser encarcelado ni podrá “recuperar la patria” -como se promociona la candidatura de Arauz- de la “traición” de Lenín Moreno.
El presidente saliente de Ecuador fue también elegido y apadrinado por Correa para sucederle en las elecciones de 2017, pero una vez en el poder, Moreno se distanció rápidamente de los postulados con los que había gobernado su predecesor durante una década. Eso fue lo que, según justificó Correa, le motivó a intentar volver a la primera línea de la política en estas elecciones. Pese a que la ley impide presentar como candidato a un condenado con sentencia ejecutoriada, como es el caso del exmandatario, la alianza UNES trató de inscribirle para la Vicepresidencia. Rechazada la postulación, Correa fue sustituido en la papeleta y su legado quedó en manos de Arauz.
El joven de 36 años recién cumplidos está a la cabeza de las encuestas, pero no cuenta con ventaja suficiente para eludir una segunda vuelta en las urnas. Los sondeos auguran que él y Lasso irán al desempate en abril. Una victoria del político conservador alejaría a Ecuador definitivamente de la herencia correísta. El empresario, que se postula por tercera vez a la carrera presidencial, ha defendido ser la opción del cambio en todas sus campañas y ha criticado fuertemente la corrupción y el mal manejo de recursos públicos de la administración de Correa.
No obstante, pese a que Lasso y Arauz aparecen como las candidaturas con más opciones, la proliferación de aspirantes a presidente de esta convocatoria podría fragmentar el voto hacia otras iniciativas, como la del representante indígena, Yaku Pérez, o la del líder de la Izquierda Democrática, Xavier Hervas, que ha sabido hacerse un hueco en su estreno en la política. La indecisión o el voto nulo han sido, de hecho, la tercera opción preferida en intención de voto durante toda la campaña. Pero este domingo, finalmente, los más de 13 millones de ecuatorianos que tienen la obligación de votar, so pena de multa, se pronuncian en las urnas.