Un académico escapa de Irán a través de las montañas para evitar la cárcel
Un antropólogo iranobritánico que se enfrentaba a nueve años de cárcel en Irán ha logrado escapar de ese país a través de las montañas, según ha revelado él mismo en su página web. Kameel Ahmady, a quien un tribunal revolucionario condenó hace dos meses por “colaborar con un Gobierno enemigo”, aprovechó la libertad bajo fianza mientras apelaba para poner pies en polvorosa. Ahora intenta rehacer su vida en el Reino Unido. Está por ver qué efecto va a tener su peripecia en otros ciudadanos con doble nacionalidad encarcelados en la República Islámica.
“A finales de diciembre de 2020, hui de Irán para escapar de una sentencia del tribunal revolucionario que me condenaba a nueve años y tres meses de cárcel”, empieza Ahmady, de 44 años. Pero su relato no se centra tanto en la peripecia de la huida, sobre la que da pocos detalles, como del doloroso proceso que le llevó a tomar esa decisión tras una detención y un juicio que califica de injustos.
Nacido en una familia kurda de Naqadeh, en la provincia iraní de Azerbaiyán Occidental, Ahmady se fue a estudiar al Reino Unido en 1994. De 2002 a 2005, cursó antropología social en la Universidad de Kent y obtuvo la nacionalidad británica antes de regresar a Irán en 2008. Como antropólogo, ha centrado su trabajo en el matrimonio infantil y la mutilación genital. Al parecer, su campaña para que se elevara la edad a las que las niñas pueden casarse legalmente (en la actualidad fijada en 13 años) llamó la atención de las autoridades. Fue detenido en agosto de 2019 y enviado a la cárcel de Evin, al norte de Teherán.
“Llegaron a la conclusión de que había sido entrenado de adolescente con el objetivo de infiltrarme y derribar el sistema”, cuenta. “Mi viaje de estudios a Palestina hace 15 años lo interpretaron como una misión de la BBC a Israel”, menciona entre otros ejemplos de la paranoia que exhiben algunos miembros de la seguridad iraní. “Calificaron de indecente e ilegal el sueldo que recibía de una ONG y ahora tengo que devolverlo multiplicado por cien”, añade en aparente referencia a la multa impuesta por el tribunal, superior a medio millón de euros.
Tras su condena, el pasado diciembre, él mismo denunció las irregularidades del juicio y de todo el proceso. “Estuve 100 días detenido e interrogado sin acceso a un abogado”, contó en su Facebook. “La acusación se centra en mi investigación sobre tradiciones muy dañinas para los niños en algunas zonas de Irán, pero el principal objetivo es vincular mi trabajo con la influencia cultural [extranjera] y la agenda 2030 de la ONU”, aseguraba antes de anunciar su decisión de apelar.
“La apelación fue sobreseída. Ese fue el momento en que decidí escapar porque no podía imaginarme permanecer en prisión durante diez años y ver a mi hijo crecer en la distancia. Para cuando me hubieran liberado, mi hijo habría tenido 15 años”, ha declarado Ahmady a la cadena británica BBC, que ha sido el primer medio en hacerse eco de su huida.
Ahmady, que siempre ha rechazado los cargos que le imputaron las autoridades iraníes, sabía que tenía todas las de perder. Kurdo, suní y dedicado a investigar asuntos sociales delicados, su doble nacionalidad le convertía en otra ficha más en el sucio juego político que la República Islámica libra con Occidente. Al menos una quincena de iraníes con un segundo pasaporte se encuentran encarcelados en Irán bajo acusaciones difusas de atentar contra la seguridad nacional o “extender la corrupción en la tierra”, que las organizaciones de derechos humanos califican directamente de secuestros para ejercer el chantaje.
Entre los binacionales encarcelados más conocidos están el hombre de negocios Siamak Namazi, y su padre, Baquer, ambos con pasaporte de EE UU, la antropóloga francoiraní Fariba Adelkhah, la cooperante británicoiraní Nazanin Zaghari-Ratcliffe, el conservacionista Morad Tahbaz (que tiene pasaportes de EE.UU. y el Reino Unido) y el médico suecoiraní Ahmadreza, cuya condena a muerte fue ratificada a finales del año pasado. Irán no reconoce la doble nacionalidad y, en consecuencia, no permite que reciban asistencia consular de sus países de adopción
“Se con seguridad que mi condena es un instrumento de los servicios de seguridad y el Ministerio de Justicia para intimidar y presionar a las pocas pers,onas que aún trabajan en temas sociales como activistas, investigadores o en ONG”, afirma Ahmady al final de su relato. También admite que utilizarán su huida “para justificarse y legitimar sus acusaciones”.