Seis meses de la explosión en Beirut: un desastre con muchas dudas por resolver

Seis meses de la explosión en Beirut: un desastre con muchas dudas por resolver

“Mi Gobierno hizo esto”, reza una enorme pintada sobre los bloques de cemento de un mirador con vistas al puerto de Beirut, convertido desde el pasado 4 de agosto en un amasijo de metales retorcidos por la colosal explosión de 2.750 toneladas de nitrato de amonio que segó la vida de 205 personas, hirió a más de 6.500 y desplazó de sus hogares a otros 350.000 vecinos. A pesar de las promesas que hicieron entonces todos los líderes políticos para juzgar a los responsables de la explosión, no se ha publicado dato alguno de la opaca y controvertida investigación oficial. Las pullas entre partidos en este contexto también han impedido la formación de un nuevo Gobierno, tras la dimisión en bloque del anterior seis meses después de la tragedia.

Transcurrido así medio año de la que se considera una de las explosiones no nucleares más potentes que ha visto el mundo, tres incógnitas clave siguen sin respuesta definitiva: ¿Fue una detonación intencionada o accidental? ¿Cómo llegó el nitrato de amonio al puerto? ¿Quiénes son los responsables de la supuesta negligencia que provocó la explosión?

La versión oficial avanzada por el Gobierno libanés defiende que la detonación de la carga de nitrato de amonio fue provocada por un incendio que inició accidentalmente un equipo de soldadores que acudió ese día a sellar un orificio en uno de los costados del hangar 12 del puerto. La responsabilidad ha recaído por ahora sobre el director de aduanas portuarias, Badri Daher, y sobre otros 24 trabajadores intermediarios, arrestados y encarcelados.

¿Una detonación fortuita o intencionada?

“Si hubiéramos seguido con las formaciones [en el control de fronteras] y su aplicación en el terreno, esta tragedia no habría tenido lugar porque se habrían respetado las regulaciones internacionales de seguridad”, lamenta João Rodrigues, que entre 2016 y 2017 participó en el programa europeo que asiste a Líbano en la gestión de fronteras. España fue el país encargado esos años de apoyar en la vigilancia de fronteras marítimas, con Rodrigues encargado de la asistencia aduanera.

En conversación telefónica desde Portugal, el militar relata que impartió formaciones sobre cómo transportar y almacenar de acuerdo con los estándares de seguridad internacionales productos químicos con doble uso civil y militar como el nitrato de amonio —que sirve tanto como fertilizante agrícola como para fabricar explosivos—. Buen conocedor del interior del puerto de Beirut, Rodrigues no descarta que pudiera tratarse de una explosión provocada: “Se trata de un explosivo muy difícil de detonar, no explota sin un precursor y el puerto es un lugar altamente vigilado”, defiende.

“El nitrato de amonio no explota por una simple chispa de un soplete”, afirma en Beirut el profesor de Química retirado Hares Suleiman. “Necesita bien de un detonador potente que puede ser otra explosión previa o tiene que ser transformado a estado gaseoso en una temperatura superior a los 160 grados centígrados”, expone el químico libanés.

La asociación británica Forensic Architecture ha logrado cruzar miles de imágenes de fuentes abiertas para reconstruir la investigación más completa que se ha realizado hasta la fecha sobre el momento de la explosión. Los vídeos muestran docenas de sacos —de aproximadamente una tonelada cada uno— abiertos y con parte del contenido vertido y contaminado sobre el suelo del hangar. Las imágenes logran ubicar unos 240 sacos de los supuestos 2.700 que se desembarcaron seis años atrás de un carguero con bandera moldava llamado Rhosus.

El cambio del color de las columnas de humo que emanan del hangar permite identificar las materias que arden. En un inventario de los productos almacenados en el hangar 12, hecho público por la cadena de televisión libanesa MBC, constan desde 23 toneladas de compuestos pirotécnicos a 50 de fosfato de amonio, pasando por 1.000 neumáticos y cinco toneladas de té y café. Un cóctel explosivo, según los expertos consultados. La secuencia de imágenes sitúa el fuego inicial en la zona noroccidental del hangar 12. Las llamas avanzan hacia donde están apilados los sacos de nitrato de amonio.

Una primera explosión se produjo 35 segundos antes de la brutal detonación que sacudió los cimientos de media Beirut, a las 18.07. Se sitúa en el área donde se ubican los fuegos artificiales. De allí, el humo se torna negro haciendo pensar que la combustión se extiende sobre los neumáticos de caucho para dar paso a una nube roja de 775 metros de altura en forma de champiñón. “Desde mi perspectiva, las composiciones de fuegos artificiales pueden tener una pequeña carga de TNT [explosivo], lo que sugiere que los fuegos artificiales fueron un catalizador importante para los eventos, pero no detonaron directamente el nitrato de amonio”, concluye el experto en explosivos de la ONU, Gareth Collett, consultado en la investigación de Forensic Architecture.

El primero en sembrar la duda sobre la naturaleza de la explosión fue el primer ministro libanés en funciones, Hassan Diab, cuando en una conferencia de prensa en diciembre dijo: “El [informe del] Buró Federal de Investigaciones [FBI, por sus siglas en inglés] reveló que la cantidad que explotó [en el puerto de Beirut] fue de solo 500 toneladas”. Tras esta afirmación lanzó la pregunta: “¿Dónde fueron a parar las 2.250 toneladas restantes?”

“Puede que no explotara la carga total de 2.750 toneladas, sino una fracción de la mitad que estuviera en sacos más secos y mejor conservados”, explica en conversación telefónica desde Londres la doctora Samaneh Moafi, investigadora principal de Forensic Architecture. Una incógnita sobre la que la investigación publicada la semana pasada en el canal de televisión libanés Al Jadeed, por el periodista Firas Hatoum, ha arrojado nuevas pistas. Una de ellas es la existencia de entre 100 y 200 kilos de ácido pícrico como compañeros de almacén del nitrato de amonio: “Un explosivo muy sensible capaz de estallar con el simple vuelo de una mosca”, según lo describe el químico libanés Suleiman.

Entre las hipótesis que baraja un militar europeo experto en explosivos consultado por EL PAÍS está que hubiera intencionalidad “poniendo una carga calculada y fuerte que detonara la segunda y más grande explosión”. En Beirut, los expertos militares que se inclinan por este escenario señalan como posibles responsables a los enemigos de la milicia-partido Hezbolá y un supuesto intento de poner en evidencia la controvertida posesión de armas de la milicia. Los enemigos tradicionales de la milicia son Israel y facciones suníes rivales.

¿Cómo llegó el nitrato de amonio al puerto de Beirut?

El Rhosus, con bandera moldava, echó amarras en el puerto de Beirut a finales de 2013 con una carga de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en su interior. El barco zarpó del puerto de Batumi (Georgia) rumbo a Beira (Mozambique). Los motivos que llevaron al Rhosus a parar en Beirut no están claros. “El dueño del barco quería hacer algo de dinero extra para pagar las tasas de aduana en el canal de Suez, así que decidió parar en la capital libanesa para recoger una carga extra”, cuenta en una entrevista con la cadena de televisión británica BBC Boris Prokoshev, hoy jubilado y entonces capitán del carguero.

Aquí comienza la extraña cadena de errores que llevó a la explosión del 4 de agosto. Según Prokoshev, no pudieron recoger la carga extra porque era “demasiado pesada”. El barco fue inspeccionado por la policía de aduanas libanesa, que le impidió zarpar debido a varias demandas que pesaban sobre el dueño del carguero. “Nos tuvieron 10 meses como rehenes en el barco, que era una bomba flotante, hasta que vendimos parte del combustible del barco para pagar a un abogado que logró sacarnos de allí”, prosigue el excapitán.

La peligrosa carga fue desembarcada y almacenada en octubre de 2014. Su precio de venta oscila entre medio millón y 750.000 euros. En febrero de 2015, el juez libanés Nadim Zwain envió un experto para analizar la carga. Este concluyó que había de ser inmediatamente puesta bajo control del Ejército libanés, que se desentendió del nitrato de amonio y recomendó su venta a una empresa privada.

“Ese cargamento no llegó a Beirut por error, sino que era su destino desde el inicio”, sostiene, por el contrario, el documentalista libanés Firas Hatoum. Una investigación liderada por Hatoum y publicada a mediados de enero en el canal de televisión Al Jadeed ha puesto al descubierto el entramado detrás del misterioso barco Rhosus y su carga. Tras la emisión del programa, la empresa Savaro, con sede en Londres y que en 2013 compró la carga de nitrato de amonio, solicitó su disolución. Tres empresarios sirios —también con nacionalidad rusa— están supuestamente vinculados a la empresa Savaro. Entre ellos se encuentran los hermanos Imad y Mudalal Khuri, ambos sancionados por Estados Unidos por su “apoyo al régimen sirio de Bachar el Asad”. Mudalal fue acusado precisamente de intentar proveer de nitrato de amonio al Gobierno de Damasco ese mismo año. “Todo apunta a que programaron un complejo recorrido para poder librar de responsabilidades a todos los actores involucrados”, afirma el periodista en su investigación.

Otros expertos coinciden en que el punto de destino era Siria. “En aquel año se recrudeció el lanzamiento de barriles bomba en Siria por parte del régimen”, sostiene el profesor de Química Hares Suleiman, quien asegura que cada uno contiene una media de 60 a 70 kilos de nitrato de amonio.

¿Quiénes son los presuntos responsables en la cadena de negligencias?

Transcurrido casi medio año desde la explosión, 25 personas han sido arrestadas: el director general de aduanas, Badri Daher, junto con otros 24 responsables intermediarios del puerto. El pasado 10 de diciembre, el juez Fadi Sawan, que lidera la investigación oficial sobre la explosión, imputó al primer ministro libanés en funciones, Hassan Diab, y a otros tres exministros por negligencia. Diab rehusó presentarse ante la justicia, como otros dos de los tres antiguos ministros, quienes, además, solicitaron una recusación del juez. El Ministerio del Interior respaldó a los encausados negándose a enviar a agentes para llevarlos ante la justicia.

“Es una buena señal que apunta a que la Corte Suprema denegará la recusación”, interpreta Melhem Khalaf, presidente del Colegio de Abogados de Beirut. El colectivo de letrados ha abierto su propia investigación independiente y presentado más de 800 casos individuales de las víctimas de la explosión. Khalaf lamenta que a pesar de las repetidas peticiones enviadas a la ONU no han obtenido ayuda internacional especializada y ni siquiera se les han entregado los informes elaborados por los expertos británicos o franceses que tuvieron acceso al lugar de la explosión.

Desde que el nitrato de amonio fue descargado en octubre de 2014 en el puerto de Beirut hasta 2017 se registraron cinco cartas oficiales de funcionarios del puerto dirigidas al Gobierno advirtiendo de la peligrosidad del material y del riesgo que entraña para la ciudad y su población. Nadie hizo nada. Una última carta revelada por una investigación de la agencia Reuters data del 20 de julio de 2020, dos semanas antes de la explosión, y fue dirigida tanto al primer ministro en funciones, Hassan Diab, como al presidente de Líbano, Michel Aoun. Ninguno de los dos se desplazó al puerto.

“El artículo 17 de la Constitución de Líbano regula todo lo referente a las armas, este tipo de químicos solo se puede importar a petición del Ejército y ha de ser aprobado por el Gabinete”, apunta el profesor Suleiman. Según los estándares de la regulación de seguridad internacional, una cantidad de 2.750 toneladas de nitrato de amonio tendría que estar almacenada a una distancia mínima de 1.570 metros de la primera línea de viviendas urbanas. El hangar 12 se encuentra a apenas 480 metros de los primeros inmuebles habitados.

“Se trata de un paseo por un campo minado, pero no cesaremos hasta llevar a los responsables ante la justicia”, asevera determinado Khalaf desde su oficina en Beirut. Inclusive a los políticos, asegura, arguyendo que la Constitución libanesa defiende que estos han de responder de acciones comunes ante los tribunales ordinarios. No así el presidente, cuya inmunidad es completa. “Los jueces y magistrados luchan por recobrar la legitimad del pueblo”, prosigue Khalaf quien ve en este caso una oportunidad de fortalecer la reclamada independencia de la justicia libanesa frente a los políticos.

La abogada Nada Abdelsater ha sido la encargada de presentar ante el Consejo de Seguridad de la ONU una petición de investigación independiente bajo la supervisión internacional. Algo que ha sido rechazado de pleno por la élite política libanesa.

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