El Kremlin reprime las protestas por la libertad de Navalni con miles de detenciones en toda Rusia
En la helada Yakutsk, en el lejano oriente ruso, con temperaturas de 50 grados bajo cero, en la siberiana Tomsk, en Moscú, donde las calles cortadas impedían llegar al centro de la ciudad. Decenas de miles de personas han salido a las calles en 60 ciudades de Rusia este sábado en apoyo de Alexéi Navalni. Los manifestantes han exigido la liberación del opositor, arrestado nada más regresar a Rusia desde Alemania, donde se recuperó del ataque con veneno que sufrió en agosto en Siberia. Las fuerzas de seguridad han arrestado a más de 3.000 personas, según la organización especializada OVD-Info. Ni el frío ni la detención estos días de los principales colaboradores de Navalni, o las amenazas de las autoridades de que las marchas estaban prohibidas, han disuadido las protestas. Los aliados del opositor han asegurado que pese a la oleada represiva las movilizaciones seguirán, y se preparan para un pulso contra el Kremlin a largo plazo.
Marina, Sasha y Svetlana cuentan que están “cansadas” de la represión política y social en Rusia. Hartas de la corrupción a alto nivel. La de este sábado es su primera manifestación. No son partidarias de Navalni, pero explican que ya no podían quedarse de brazos cruzados. “Es una cuestión de principios, lo que está pasando en Rusia da miedo”, resalta Sasha, de 33 años. Como sus amigas, prefiere no dar su apellido por temor a las represalias en su trabajo como arquitecta. “Detienen a todo aquel que se enfrenta a Putin o le envenenan. ¿Qué será lo siguiente?”, se pregunta Sasha en la marcha de Moscú.
Con un cartel rojo con el lema “no tengo miedo”, Viachesav Subaev explica que se manifiesta por el futuro de Rusia. “La corrupción es intolerable e inabarcable. Yo amo a mi país, quiero tener hijos aquí, envejecer aquí”, dice. Hasta hace poco no le interesaba la política. Nunca ha votado. Las manifestaciones de este sábado, que se extienden por toda Rusia como un desafío al Kremlin en un momento de recesión económica y de declive de las libertades políticas y civiles, son las mayores de este tipo en una década, según los analistas.
Los medios independientes calculan que unas 110.000 personas han participado en las protestas no autorizadas en distintos puntos de Rusia. Son las primeras movilizaciones desde que se aprobó un nuevo paquete de leyes, el pasado diciembre, que endurecen las multas por participar en un evento no autorizado y restringen aún más el derecho de manifestación en un país en el que ya estaba muy limitado. El Ministerio del Interior ruso ha asegurado esta semana, además, que las manifestaciones son “alentadas” desde el exterior.
“¡Libertad!”, han coreado decenas de miles de personas en el centro de la capital rusa, animadas por los conductores de los coches, que al pasar junto al río de manifestantes tocaban la bocina. “Putin, ladrón”, gritaban los ciudadanos tratando de tapar el sonido de los altavoces de los coches de policía, que radiaban sin parar advertencias sobre la ilegalidad de las marchas.
En la plaza de Pushkin, coronada por una estatua del escritor y habitual punto de encuentro de las manifestaciones de la oposición, los antidisturbios, vestidos de negro y con cascos y escudos, han cargado con porras y pistolas eléctricas contra los manifestantes. En otro punto de la marcha, varios grupos de manifestantes se enfrentaron a la policía con bolas de nieve, una imagen infrecuente en un país en el que las manifestaciones son eminentemente pacíficas.
A pocos metros, la policía se llevó también a Yulia Naválnaya, la esposa del opositor, que cumple 30 días de prisión provisional en espera de una próxima vista judicial que podría suponer una condena de varios años. El opositor está acusado de infringir los términos de una polémica condena de hace seis años que le había impuesto una pena de cárcel suspendida y libertad condicional por no ir a las revisiones correspondientes mientras estaba en Alemania, recuperándose del ataque con una neurotoxina de uso militar creada en la antigua URSS. Naválnaya, que ha contado que su casa está vigilada por la policía desde que volvió junto al opositor de Berlín, ha estado retenida varias horas.
Pese a que acumula procesos judiciales y un buen número de detenciones, además de vetos para concurrir en las elecciones, Navalni ha tejido estos años una red de apoyo que llega hasta las provincias rusas, donde su organización anticorrupción ha abierto oficinas locales. El opositor es invisible para los medios estatales rusos, pero su estilo abierto, cercano y algo populista, y su presencia en las redes sociales le ha generado apoyo especialmente entre los jóvenes, sobre todo en la veintena y la treintena. Y cada vez más entre los adolescentes, con quienes conecta a través de sus vídeos sobre la corrupción de la élite política y económica rusa.
Temerosas de que los adolescentes y nuevos votantes ingresen en las filas de los partidarios de Navalni, las autoridades han llevado a cabo esta semana una gran campaña para bloquear los mensajes de convocatoria a las manifestaciones de redes sociales como TikTok, donde los vídeos de apoyo al opositor se contaban por cientos. Además, muchas universidades han declarado este sábado como día lectivo. Otras han amenazado con expulsiones a sus estudiantes si van a las marchas. En la de Moscú, las personas en la treintena eran mayoría, según una encuesta de medios independientes. Entre los detenidos en la capital se encuentran un centenar de menores y una treintena de informadores que cubrían las marchas.
En el centro de Moscú, con una chapa en forma de estrella roja y un sombrero típico ruso, un hombre de unos 60 años que se presenta como “Tovarich [camarada] Ivanov”, cuenta que ha acudido con sus compañeros del Partido Laborista Revolucionario de Rusia (trotskistas) a la manifestación. No tanto por Navalni, dice, como contra “la represión a la oposición política”. Frente a ellos, vigilantes, un grupo de hombres de unas autodenominadas “brigadas ciudadanas” controlaban a los manifestantes y reportaba a la policía sobre algunos manifestantes.
Vídeo de Navalni
En un vídeo grabado por sus abogados y difundido en su cuenta de Instagram, el opositor remarcó el viernes “por si acaso” que no tiene planes de quitarse la vida o de tener “un ataque cardíaco repentino”. “Mi estado psicológico y emocional es completamente estable”, dijo Navalni, que el lunes en la vista judicial improvisada en la misma comisaría en la que estaba detenido, llamó a la ciudadanía rusa a manifestarse. El opositor, que estuvo en coma 20 días en un hospital de Berlín por el envenenamiento, atribuye el ataque al presidente ruso, Vladímir Putin. Una investigación periodística, que empleó datos de vuelos y registros telefónicos, ha identificado a varios de los supuestos agentes de los servicios secretos rusos que envenenaron al opositor en la ciudad siberiana de Tomsk el pasado agosto.
El activista, de 44 años, es el crítico más visible en Occidente contra Putin. El presidente ruso, de 68 años, lleva más de dos décadas en el poder y ha cambiado la Constitución para poder perpetuarse dos mandatos más. Vetado por las autoridades para concurrir a varias elecciones, es difícil estimar el apoyo real de Navalni, un político abiertamente nacionalista que se ha hecho conocido por sus trabajos anticorrupción. En la única ocasión en que se le permitió poner su nombre en una papeleta electoral, en las elecciones a la alcaldía de Moscú en 2013, obtuvo el 27% de los votos y terminó en segundo lugar, justo detrás de un aliado de Putin. La bofetada para el Kremlin fue grande. Y desde entonces, Navalni se ha enfrentado a numerosos casos judiciales. En diciembre, las autoridades le abrieron otro proceso, esta vez por fraude a gran escala.
Entre la marea de gente en Moscú, muchos jaleaban a un grupo de chicas que ondeaban orgullosas escobillas sanitarias blancas. “Cuestan 1.000 euros, como las del palacio de Putin”, bromeaba una. El martes, con el opositor ya en prisión, su equipo publicó un potente vídeo sobre el supuesto palacio del presidente, costeado con fondos fraudulentos y tan grande como 39 veces Mónaco, con pista de hielo, iglesia y hasta una sala de pole dance (baile en barra). La investigación sobre esa mansión en el mar Negro, cuyo vídeo acumula más de 60 millones de visualizaciones desde el martes, ha impulsado también la movilización.
Los observadores dicen que la principal preocupación para el Kremlin es si estas protestas se pueden convertir en un elemento de resistencia a largo plazo y movilizar a más gente antes de las elecciones parlamentarias previstas para septiembre. La fuerza y la duración en el tiempo de las protestas será un termómetro no solo del peso de Navalni en la opinión pública, sino que también pueden ser decisivas para el proceso judicial al que se enfrenta, apunta el analista Andréi Kolesnikov, que cree que las movilizaciones se mantendrán. “Todos deben estar hartos de los robos y las mentiras si la gente en las provincias se ha levantado así, sin esperar a Moscú”, ha comentado el opositor Dmitri Gudkov