Loor a la Resistencia
Enclavado como un estandarte en la ciudad amurallada, rodeado de vetustas edificaciones, se encuentra el Museo de la Resistencia, bastión del pueblo dominicano en su largo camino hacia la superación de los patrones despóticos. Sus paredes han contemplado el devenir humano en la guerra y en la paz; en los momentos de ruina moral y de altruismo.
En sus exposiciones puede contemplarse y escucharse de viva voz o en grabaciones, los testimonios sobre acciones, motivaciones, de gente heroica, íntegra, que, ante las manifestaciones de opresión política, torturas, y escarnio, asumieron todos los riesgos y se lanzaron a la lucha desigual para restablecer la vigencia de los valores humanos.
Esta casa memorable es un canto sublime y permanente de recordación. Sus salones son visitados en peregrinación por centenares y centenares de escolares. Allí beben la pócima que los lleva a ir desgajando de su mente los comportamientos sociales y políticos perversos y a adquirir los valores que les permitirán organizar la sociedad futura en convivencia civilizada, integradora, respetuosa de los derechos de todos. Opuesta a impulsos tiránicos.
Un grave peligro se cierne sobre ese centro. Ha sido sometido ante la justicia y puesto en situación de embargo. ¿Llevado a la justicia? Reacciona uno con estupor. ¿Por quienes? ¡Eh! ¡No puede ser! Por quienes nunca debieron hacerlo, descendientes de algunos de los que, en diferentes épocas y circunstancias, constituyeron el movimiento de resistencia, meritorios, con alma patriótica.
¡Qué triste! ¿Por qué llegaron hasta ahí? La motivación de ese proceder forma parte de las miserias humanas, de las que adolecemos todos. Tal vez aún no se han dado cuenta de las implicaciones de su decisión. Ante el error solo cabe reaccionar con humildad, rectificar. Es lo único que podría devolver a sus autores resplandores de grandeza espiritual.
Con ese comportamiento se rinde un flaco servicio a la causa que defendieron sus ancestros. Se debilita el faro de luz que ha iluminado a la nación después de que fue derribada la cruel tiranía. Peor aún, se castra la creación de conciencia en la juventud para que políticamente sea responsable y jamás renuncie a vivir con expresión y pensamiento propio.
La acción de poner palos en las ruedas de la carreta del museo debe cesar. Eso esperamos.
El Museo de la Resistencia tiene un equipo gerencial y administrativo encomiable, de elevada profesionalidad. La directora, Luisa de Peña, es competente y motivada; el personal conoce a plenitud sus responsabilidades y presta servicios con eficiencia, convencido de que sirve a los mejores intereses de su pueblo.
A las autoridades correspondería, y es importante que lo hagan pronto, otorgarle la categoría de patrimonio histórico nacional (sin dudas, lo es), que lo resguardaría de acciones irreflexivas. Al fin y al cabo, la Unesco lo ha catalogado como Memoria del Mundo, lo que equivale a patrimonio de la humanidad.
A los amigos, relacionados y simpatizantes, descendientes o no de aquellos que se enfrentaron a la opresión y tiranía, les tocaría prestar o gestionar ayuda, soporte, para su mantenimiento y perfeccionamiento continuo. Cada cual aportando su propio grano de arena estaría contribuyendo al engrandecimiento de la institución. Es de esperarse que las voluntades se unan para consolidar y llevar a topes de excelencia la ya de por sí magnífica labor que se ha venido realizando.
En escasos meses se conmemorará el sexagésimo aniversario del ajusticiamiento de Trujillo, acontecimiento mayúsculo que en 1961 extirpó de un cuajo el régimen de terror e inauguró el comienzo del período democrático más largo de que ha disfrutado el país.
Esa efeméride (gesta del 30 de Mayo) lo es porque consiguió su objetivo. Destruyó los cimientos de la tiranía. Dio paso al sistema democrático. Solo es comparable en relevancia a los dos hechos decisivos que consolidaron el Estado dominicano: la declaración y posterior reafirmación de la independencia (27 de febrero y 16 de agosto), y su similar ocurrido el 26 de julio de 1899, el ajusticiamiento del déspota Lilís, en Moca.
Un pueblo oprimido es una aglomeración humana castrada, disminuida. Un pueblo en disfrute pleno de sus derechos eleva la autoestima, impulsa la creatividad y el desarrollo colectivo.
Ante la próxima celebración del 30 de Mayo, día de la libertad, consagrado en la memoria de nuestro pueblo, solo cabe colaborar, unidos, en la difusión de las ideas y motivaciones de todos aquellos que ofrendaron o pusieron en peligro sus vidas a cambio de que el pueblo dominicano viviera en pleno disfrute de sus derechos. Loor a la resistencia dominicana.