Los ‘patriotas’ que asaltaron el Congreso de Estados Unidos
Un medallista olímpico, un camarero en uniforme de combate que llevó a su madre al asalto o una estrella del mundo de las teorías conspirativas que solo toma alimentos orgánicos. La galería de arrestados tras el asalto al Congreso de Estados Unidos el 6 de enero refleja lo variopinto de ese mundo ultra que ha puesto a la primera potencia mundial ante una crisis institucional sin precedentes en la historia moderna. La mayoría de arrestados cuya identidad ha salido a la luz son hombres blancos. Aparte de eso, poco más tienen en común que una mente en la que tenía sentido invadir ese edificio sagrado de Washington para tratar de impedir la llegada al poder del demócrata Joe Biden.
La Fiscalía del Distrito de Columbia (que acoge la ciudad de Washington) informó el lunes de que más de 70 personas habían sido ya imputadas por diferentes delitos y faltas, pero que la cifra escalaría hasta varios centenares una vez se completara la investigación. La mayoría de detenidos conocidos están acusados de irrupción en edificios de acceso restringido, conducta alborotadora o tenencia de armas no autorizadas, entre otros cargos, pero la justicia también ha puesto la lupa sobre decenas de individuos por conspiración, sedición y homicidio. Un policía del Capitolio murió a golpes de extintor.
De estos últimos casos, no han trascendido las identidades, pero muchos otros de los arrestados fueron sus propios delatores al aparecer en múltiples fotografías y vídeos tomados durante el ataque. El FBI está revisando más de 126.000 documentos gráficos. Algunos de ellos los publicaron en las redes sociales. Otros, simplemente fueron identificados por compañeros de trabajo o conocidos que los denunciaron. Al veterano de guerra Larry R. Brock, por ejemplo, lo vio su exesposa y llamó al FBI. He aquí algunas de sus historias:
Veterano de guerra de 53 años, llevaba consigo bridas de plástico como las que usa la policía para maniatar. Su exmujer lo reconoció y lo denunció
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Está acusado de dos cargos, uno por haber entrado en edificios de acceso restringido sin autorización y de forma deliberada; y otro de entrada violenta y conducta alborotadora en el Capitolio.
A este veterano de guerra oriundo de Texas, de 53 años, lo denunció su exesposa. Después de 18 años de matrimonio, reconoció el sonrosado rostro de Brock debajo del casco verde en una fotografía y llamó al FBI. “Cuando vi que estaba pasando esto me temí que él estaría allí”, dijo la mujer el 8 de enero al agente que la atendió, según la declaración que acompaña la querella criminal.
El hombre iba preparado como un militar de operaciones especiales, con ropa de camuflaje y unas inquietantes bridas de plástico como las que usa la policía para arrestar e inmovilizar a individuos. Se le vio en diferentes vídeos dentro de la sala de plenos y también saliendo del despacho de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Según The New Yorker, es un teniente coronel retirado de la Fuerza Aérea que vive en un suburbio de Dallas y, según relató él mismo, había servido en Afganistán e Irak. Lo arrestaron el 9 de enero en Texas.
Hijo de un juez de Brooklyn, de 34 años, acudió ataviado con pieles de animales y posó sujetando el escudo de un policía del Capitolio
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Se enfrenta a cuatro cargos federales, entre ellos la entrada ilegal en una zona restringida, conducta alborotadora y robo de propiedad pública, que puede acarrear hasta 10 años de prisión.
Tenía algo de entrañable su foto, disfrazado como de cavernícola con chaleco antibalas, sentado detrás de un escudo de un policía del Capitolio, como intentando comprender la que había liado tras un mal viaje de setas en el Burning Man. Aaron Mostofsky, de 34 años, es hijo de un juez de Brooklyn. “Nos engañaron”, dijo en una entrevista a The New York Post el día de autos, “no creo que 75 millones de personas votaran por Trump, creo que fueron más bien 85 millones”.
Tiene 60 años, es habitual en los mítines republicanos y dejó una nota para la presidenta de la Cámara: “No daremos marcha atrás”
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Está acusado de robar bienes públicos, de conducta alborotadora en el Capitolio y de entrar en un edificio de acceso restringido con un arma peligrosa. Le puede acarrear penas de hasta 11 años de cárcel.
Entró en la oficina de Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, y se dejó fotografiar con los pies encima de la mesa de un asistente y una sonrisa de suficiencia. Barnett, de 60 años, vecino de un pueblo de 3.000 habitantes de Arkansas, es un activo seguidor del presidente Trump con gran querencia a los focos, tanta, que le puede meter en prisión.
El 6 de enero, al salir del Capitolio, mostró a los medios una carta de Pelosi dirigida a un congresista que había robado como un trofeo y se jactó de haber dejado una moneda y una nota en la que decía: “NO DAREMOS MARCHA ATRÁS”. De lo que no presumió tanto es de que llevaba un arma de electroshock. Eso trascendió el martes, durante su primera comparecencia en el tribunal, por videoconferencia.
Un personaje conocido del universo conspirativo de Qanon. En la cárcel ha advertido de que solo puede tomar comida orgánica
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Está acusado de cinco cargos, uno de haber entrado en un edificio de acceso restringido sin autorización; otro de entrada violenta y conducta alborotadora en el terreno del Capitolio; obstrucción de procedimiento oficial, comportamiento alborotador en un edificio restringido y manifestación dentro del Capitolio.
Es conocido también como El Bisonte. Ese es el modo con el que el universo de las redes sociales se empezó a referir a Chansley cuando su particular imagen comenzó a circular: cornamenta, tocado de piel de oso, pecho al descubierto y el rostro pintado con los colores de la bandera estadounidense: rojo, azul y blanco. El 7 de enero, al día siguiente del asalto, se entregó al FBI en Washington y declaró que había acudido a la capital en un grupo de “patriotas” de Arizona en respuesta al llamamiento del presidente de Trump, que había pedido a todos los “patriotas” que fueran a la ciudad.
Angeli, de 33 años, es un personaje conocido en el mundillo conspiranoico de la ultraderecha, en el que también se hace llamar Q Shaman por su labor difusora de los bulos de QAnon, el movimiento madre de las teorías conspirativas de Estados Unidos. Tiene su propio canal YouTube y solo toma comida orgánica. En la primera vista ante el juez el pasado lunes, su madre, Martha Chansley explicó que su hijo “se pone enfermo, físicamente enfermo” si ingiere alimentos no orgánicos, así que llevaba en ayuno desde el arresto.
Portaba bridas, una pistola paralizante y un impecable atuendo de combate. Tiene 30 años y acudió al Capitolio con su madre
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Se enfrenta a cargos de irrupción violenta en un edificio público y de conducta alborotadora.
Se le vio caminando sobre las butacas de la balconada del Senado, ataviado con un impecable uniforme de combate, con una pistola paralizante al cinto, un móvil amarrado al pecho con la cámara mirando hacia delante y un puñado de bridas en su mano izquierda. Mientras otros asaltantes se hacían selfis o defecaban en los pasillos, este camarero de Nashville de 30 años parecía seguir un siniestro plan. En otra imagen, difundida por el FBI el domingo, se le ve junto a una mujer de 57 años, lo que reveló que Munchel había traído a su madre a la revolución.
Exnadador olímpico, dos veces oro y excompañero de Michael Phelps, encarna la caída a los infiernos de un deportista de élite
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Se enfrenta a tres cargos: obstrucción a las fuerzas del orden, entrada en edificios restringidos sin autorización y otro de entrada violenta y conducta alborotadora en el terreno del Capitolio.
Un medallista olímpico, dos veces oro en natación como compañero del equipo de relevos de Michael Phelps, formó parte de la turba trumpista. No era difícil fijarse en él en los vídeos en los que aparecían: con una estatura de 1,98 metros, su cabeza sobresalía de la masa y sus colegas de competición no tuvieron muchos más problemas para cerciorarse de quién se trataba y llamar a la policía (pese a que se había dejado crecer la barba): optó por hacer la revolución llevando la cazadora oficial de los Juegos Olímpicos.
En un comunicado a la cadena pública de radio NPR, USA Swimming, la agencia federal responsable de la natación de competición, recalcó: “Aunque en su momento ha sido uno de los nadadores de mayor nivel, representando al país y la democracia que voluntariamente ha atacado, el señor Keller es miembro de esta organización desde 2008”. Había ganado medallas en Atenas, Sidney y Pekín. Ahora trabajaba en una firma inmobiliaria de Colorado, de la que dimitió tras el asalto al Capitolio.
Pistolas, un fusil de asalto, cócteles molotov, machetes, una ballesta… Portaba un auténtico arsenal y un misterioso cuaderno
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Se le acusa de al menos 16 delitos relacionados con la posesión de armas de fuego en Washington DC.
El FBI encontró en su ranchera 11 cócteles molotov cargados con gasolina y poliestireno líquido, una pistola, un fusil de asalto, numerosos cargadores llenos de cinco variedades de munición, diversos machetes, una ballesta, una pistola paralizante y bombas de humo. Al cachearlo, le encontraron otras dos pistolas. Los fiscales que acusaron a Coffman, natural de Alabama, de 70 años, aseguran que “parecía motivado a ejercer la violencia contra los representantes electos” y que el volumen del arsenal sugiere que “su intención era proporcionarles armas a otros, ya que ninguna persona razonablemente puede utilizar tantas armas de una vez”. Poseía un bloc de notas con citas de Abraham Lincoln y supuestos datos de contacto de estrellas de Fox News y del senador Ted Cruz.
Es de Idaho, tiene 33 años y esta semana se mostró compungido ante el juez: “Solo quería que se escuchase mi voz”
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Está acusado de dos cargos: entrada en un edificio de acceso restringido sin autorización y entrada violenta y conducta alborotadora en el terreno del Capitolio.
Vestido de negro, con casco y rodilleras, a medio camino entre Spiderman y Tom Cruise en Misión Imposible ―pero algo más lozano―, Josiah Colt se descolgó del balcón de la Cámara del Senado y aterrizó en la sala. Luego, posó para la posteridad sentado en el sillón de la presidencia, que el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, había ocupado unos instantes antes de ser evacuado. La hazaña tenía un pero. Este treintañero de Idaho estaba convencido de que había logrado ocupar la silla de la “traidora” Nancy Pelosi y así lo ensalzó en las redes sociales. Se había equivocado de sala.
Lo detuvieron el martes, 12 de enero, y lo soltaron al día siguiente a la espera de juicio. A la cadena local KTVB declaró de modo compungido: “Solo quería que se escuchase mi voz pidiendo unas elecciones justas, pero se convirtió en algo trágico y yo no quería que eso sucediese en absoluto”.
Residente en Florida, de 36 años, quiso llevarse como trofeo el atril de Nancy Pelosi y se fotografió con él en brazos
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Ha sido acusado de un cargo de irrumpir ilegalmente y a sabiendas en un edificio de acceso restringido, otro de robo de propiedad pública y uno más de conducta alborotadora.
A Johnson, de 36 años, ataviado con un gorro de esquí con pompón, le pareció que era una buena idea sustraer el atril de Nancy Pelosi y posar con él para una foto, sonriendo y saludando a cámara. Fue arrestado el viernes siguiente al asalto en su domicilio de Parrish (Florida) y el lunes compareció ante el juez federal en bermudas, camiseta y chancletas, al más puro estilo del Nota de El Gran Lebowski, con quien comparte también, a juzgar por sus antecedentes legales citados en la prensa local, la afición a la marihuana. Desempleado, sus abogados aseguran que su familia le necesita en casa para cuidar de sus hijos, llevarlos a la escuela y hacer la compra.
Irrumpió en el Capitolio con una gran bandera de Trump y la credencial de su trabajo, que lo identificó y lo despidió
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Ha sido acusado de cinco cargos: irrumpir sin autorización y de forma deliberada en un edificio de acceso restringido, tratar de impedir el funcionamiento administrativo, llevar a cabo conducta alborotadora en el terreno del Capitolio y manifestarse y participar en un piquete en los edificios del Congreso.
No está muy claro si salía o volvía del trabajo, pero Nicholas Rodean irrumpió en el Capitolio con gorra y bandera de Trump, maletín de ordenador y, por algún motivo difícil de comprender, la tarjeta de identificación de su empresa colgado del pecho. Esta, una compañía de marketing digital de Frederick (Maryland), lo despidió; él se entregó al FBI y la justicia le atribuye una ristra de cargos. Se convirtió en uno de los rostros más populares de ese aciago día porque apareció junto al llamativo Jack Angeli, una figura prominente del movimiento conspiranoico Qanon que iba tocado con pieles, sin camiseta y la cara pintada. El bisonte.
Vecino de Virginia, de 56 años, llevaba una sudadera con el nombre del campo de concentración nazi de Auschwitz
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Se le acusa de entrar sin autorización y a sabiendas en un edificio federal y de conducta alborotadora.
La imagen dio la vuelta al mundo. Un hombre con larga barba, en el interior del Capitolio, con una sudadera negra con una calavera y las palabras “Camp Auschwitz”, acompañadas de la leyenda de “El trabajo libera” que adornada la entrada el campo de concentración nazi donde se asesinó a 1,1 millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial. Era Robert Parker, de 56 años, vecino de la localidad de Newport News (Virginia), donde fue arrestado el mismo miércoles.
Aficionado a acosar a mujeres que acuden a abortar, en noviembre fue elegido miembro de la Cámara baja legislativa de Virginia Occidental
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Se le acusa de entrar sin autorización y a sabiendas en un edificio federal y de conducta alborotadora.
Evans, de 35 años, se convirtió en las elecciones de noviembre en miembro republicano de la Cámara baja legislativa de Virginia Occidental, cargo del que dimitió el sábado después de asaltar el Capitolio de Washington y grabarse con el móvil. “¡Estamos dentro! ¡Derrick Evans está dentro del Capitolio!”, gritaba en el vídeo que le costaría estar fuera del Capitolio de su Estado. “Los últimos días han sido ciertamente difíciles para mi familia, mis colegas y para mí mismo”, dijo en su carta de dimisión. “Asumo la responsabilidad total por mis actos”. Antes de asaltar el Capitolio, según publica este fin de semana The Washington Post, Evans era aficionado a acosar y exponer en las redes sociales a mujeres que acudían a la única clínica que practica abortos que queda en Virginia Occidental.
Bombero retirado de 55 años, se le vio lanzando un extintor a la policía. Su abogado dice que se dejó llevar por la turba
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Detenido sin fianza, afronta cargos de agresión a un policía, comportamiento alborotador en el terreno del Capitolio, entrada no permitida al Capitolio y desorden público.
Se le vio en uno de los vídeos del asalto agarrando un extintor y arrojándolo a la policía en el exterior del Capitolio. Es un bombero retirado hace solo un año. Robert Sanford, de 55 años, trabajaba en el Departamento de Incendios de Chester, un condado a las afueras de Filadelfia (Pensilvania). Cuando regresó de la escapada a Washington, contó a un amigo que había pasado unos 10 minutos en la explanada del Congreso y se había marchado, pero sin mencionar el detalle del extintor. Este amigo vio las imágenes después, reconoció a Sanford y decidió llamar a la policía. El exbombero se entregó a la policía el pasado jueves. Según dijo su abogado a Associated Press, Sanford “se dejó llevar por la mentalidad de la turba”. Su caso no está relacionado con la muerte del agente que supuestamente también fue atacado con un extintor.
Terapeuta ocupacional de Cleveland, de 49 años, dimitió al día siguiente del asalto protestando contra las vacunas
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Se le acusa de entrar sin autorización y a sabiendas en un edificio federal, de conducta alborotadora y de actividad ilegales en el complejo del Capitolio.
Educadora de profesión y aficionada a las teorías conspirativas, Christine Priola merodeaba por la Cámara del Senado con un cartel que decía en letras mayúsculas rojas: “Los niños claman por la justicia”. Tiene 49 años y es terapeuta ocupacional en el distrito escolar de Cleveland (Ohio). O más bien era. Al día siguiente del asalto dimitió con una carta a la que tuvo acceso Fox8News en la que argumentaba que no pensaba tomar la vacuna contra el coronavirus para volver a la enseñanza presencial y que rechazaba la labor de su sindicato en ayuda a grupos que apoyan el aborto. Una semana después, el pasado jueves, la detuvieron.
Agentes de la policia de una localidad de Virginia y veteranos del Ejército, uno de ellos se jactó de haber “logrado tomar el Capitolio en un día”
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Se enfrenta cada uno a cargos de irrupción ilegal en un edificio público restringido y de conducta alborotadora.
Dos de los numerosos miembros de las fuerzas de seguridad que participaron en el asalto. Robertson y Fracker son agentes de policía de Rocky Mount (Virginia), que estaban fuera de servicio el día del asalto. Ambos son veteranos del Ejército. Tras entrar en el Capitolio se hicieron un selfi ante la estatua del general John Stark, héroe de la Guerra de Independencia de Estados Unidos, mientras uno de ellos hace una peineta con su mano izquierda. Robertson se jactó en redes sociales de haber logrado “tomar el Capitolio en un día” y de haberse “dejado la piel en el juego”. “La CNN y la izquierda están enfadados porque hemos atacado al Estado”, siguió.
Acudió con su hijo, portando una enorme bandera confederada que adorna la fachada de su casa de Delaware
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Seefried y su hijo se enfrentan cada uno a cargos de irrupción ilegal en un edificio público restringido y de conducta alborotadora, así como de destrucción de propiedad federal.
Fue fotografiado en el Capitolio portando una bandera confederada de grandes dimensiones. Emblema del bando perdedor de la guerra de Secesión que, según dijo a los agentes federados, normalmente ondea en la entrada de su casa de Laurel (Delaware). Es la primera vez que alguien introduce la bandera en el Congreso como acto de insurrección, según historiadores citados por The New York Times. Seefried acudió al asalto con su hijo, Hunter, que después se jactó de lo que había hecho hablando con un compañero de trabajo, que fue quien los delató. Entraron al Capitolio por una ventana que el hijo ayudó a romper.
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