Cuando toca remover los altares
No hay duda de que la Procuraduría le tiene el agua puesta a la Cámara de Cuentas, cuyas cuentas –al parecer– nunca han estado en cámara.
Una inquietud de siempre es quién vigila a los vigilantes, pues sucede que los guachimanes institucionales son tan desaprensivos como los defraudadores de fondos públicos.
Ha habido lo que haya habido en este país, corrupción por ejemplo, porque los organismos encargados de poner candados dejan estos con la llave adentro.
Así se da el caso, único en el mundo, de corruptos de confianza.
Esa situación aparentemente va a cambiar, y tal vez explique el empeño en auditar a los auditores. No solo nuevo, sino necesario.
Averiguar por qué cada arqueo se queda a medio talle y no da elementos suficientes para sustentar un expediente y justificar una persecución.
Se habla de obstrucción a la Justicia, y esa sería palabra mayor en cualquier contexto, y más ahora cuando el ministerio independiente remueve altares y busca debajo de las piedras.
Habrá que esperar, y no desesperar, pero intriga que a los integrantes los llamen uno por uno y de seguido, y que además de paso, haya repaso.
El mejor trapecista se cae de la cuerda.