Fiestas de lujo ilegales en Madrid durante la pandemia de la covid-19

Dejar el celular apagado en la entrada de la casa, permanecer en ella hasta las seis de la mañana y no contárselo a nadie. Y menos a la Policía. Son las condiciones para asistir a las fiestas ilegales que en plena pandemia de covid se han seguido celebrando en urbanizaciones de lujo, chalés y fincas de Madrid.

A ellas asisten personajes famosos de la televisión o reconocidos futbolistas, entre otros invitados, que, según parece, no temen contagiarse y que adoptan grandes medidas de seguridad para evitar la ‘visita’ de las fuerzas de seguridad, cuando España afronta ya la tercera ola de la infección y se esperan semanas de aumento sin freno de casos y muertos.

Desde que comenzó la plaga, 2,050,360 personas se han contagiado en el país y 51,874 han muerto, según los registros sanitarios oficiales.

Alicia -nombre ficticio porque prefiere no dar el real- asiste cada fin de semana a este tipo de veladas festivas gracias a su contacto con responsables de relaciones públicas de la noche madrileña.

Debido al cierre de los negocios de ocio nocturno por la covid-19, muchos de estos jóvenes, y no tan jóvenes, se han quedado sin trabajo, pero mantienen su cartera de clientes, conseguida en los reservados de las discotecas más conocidas de la capital.

Por un precio que varía entre los 6,000 y los 10,000 euros (7,300-12,200 dólares), organizan este tipo de fiestas exclusivas a gusto de los propietarios de las viviendas que las acogen, que no tienen que preocuparse de las bebidas ni de la comida porque el relaciones públicas de turno lo tiene todo controlado.

Alicia, de 22 años, fue una de las invitadas a una fiesta de Nochevieja en la urbanización de Las Lomas, en Boadilla del Monte, a las afueras de Madrid, en la casa de un conocido futbolista.

Como relata a Efe, para entrar no solo valía con el carné oficial español de indentidad y otros datos personales, ya que previamente los invitados tuvieron que mandar una foto de su rostro para ser reconocidos en la entrada por los vigilantes de seguridad. Ni ella ni sus amigas tuvieron que pagar por asistir ni por la barra libre y la comida.

Junto a un centenar de personas celebraron la llegada del año nuevo sin guardar la distancia de seguridad necesaria para prevenir el contagio.

Antes de entrar, tuvieron que dejar el teléfono apagado para evitar que se hicieran fotos o vídeos, y no pudieron marcharse hasta las seis de la mañana, cuando finalizaba el toque de queda que aplican las autoridades para impedir desplazamientos innecesarios durante la noche.

No es la única fiesta exclusiva a la que asistieron en los últimos meses estas jóvenes, a pesar de las restricciones sanitarias.

En otros eventos, incluso de más lujo, tuvieron que pagar 100 euros y solo media hora antes supieron la ubicación de la fiesta. ‘Es como una tela de araña, pero solo nos avisan a círculos de confianza’, dice Alicia a Efe.

Nunca han sido propuestas para sanción por las fuerzas de seguridad, pues éstas no han sido requeridas para acudir a esas casas, ubicadas algunas en complejos de lujo de la periferia de Madrid o aisladas.

Y es que sin una orden judicial o autorización de los propietarios, los agentes no pueden entrar en estas viviendas y se limitan, si las localizan, a quedarse fuera para identificar a las personas que salen.

Muy pocas fiestas son localizadas por las fuerzas de seguridad que, en muchas ocasiones, tienen que actuar ‘a ciegas’, solo con la ayuda de las denuncias de los vecinos, subrayan a Efe fuentes policiales.

La música alta o el intenso trasiego de personas y vehículos son las pistas que ofrecen los vecinos a los agentes para que acudan.

Por eso se considera que la colaboración ciudadana es ‘fundamental’, ya que las redes sociales guardan ‘silencio’ sobre las convocatorias festivas.

No se trata de pedir a los ciudadanos que sean delatores, pero sí que actúen responsablemente. Igual que se denuncia un robo o una agresión, estos hechos también porque ponen en peligro al conjunto de la sociedad, insisten las fuentes.

Precisamente, fue esta circunstancia la que desveló el pasado mes de octubre la famosa fiesta de un príncipe africano en un chalé de la periferia de Madrid. No fue la primera ni la última celebrada por él durante la pandemia.

Largas hileras para entrar a la casa de madrugada, mucha afluencia de vehículos en las inmediaciones y la música alta obligaron a los vecinos a llamar a la Policía, que propuso sancionar a 200 personas, entre ellas al jugador español de la NBA Willy Hernangómez.

Pero no era la única persona conocida de una fiesta a la que acudieron famosos televisivos, jugadores de fútbol y actores, aunque la lista completa no fue desvelada por las autoridades.

También el aviso de los vecinos fue clave para detectar una fiesta de Nochevieja en la urbanización madrileña Villafranca, en concreto en una casa propiedad de la colaboradora de televisión Leticia Sabater, pero alquilada a otra persona que organizó la celebración.

Las autoridades han advertido en numerosas ocasiones de que la mera asistencia conlleva una sanción de 600 euros, mientras que los responsables de los mismos se enfrentan a multas de entre 3.000 y 15.000 euros. EFE

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