Dominicana volvió a reprobar el examen de dopaje en Grandes Ligas

Medido por peloteros colocados, hits, jonrones, victorias, hazañas, la República Dominicana suele parecer en Grandes Ligas como una Dinamarca, Singapur o Suiza en los índices de riqueza, desarrollo humano y baja corrupción. Países pequeños con estándar de potencias.

Pero cuando toca medirla por los casos de dopaje en el béisbol entonces aparece en el ranking tan bajo como en las pruebas PISA, que mide el desempeño en educación de sus niños.

Una temporada recortada de la MLB a un tercio y la suspensión completa en Ligas Menores a raíz del COVID-19 redujo en un 60% las pruebas de dopaje en orinas y un 82% en sangre. Pero porcentualmente los quisqueyanos volvieron a sacar notas de vergüenza.

Hubo solo 10 suspensiones en 2020, pero de ellas siete correspondieron a peloteros nacidos y formados en el lado este de la Hispaniola. Cinco de ellos fallaron a boldedona; Francis Martes (Astros), Pablo Reyes (Piratas), Domingo Leyba (Diamondbacks), Emmanuel Clase (Indios) y Edgar Santana (Piratas) y dos a stanozolol, Robinson Canó (Mets) y Víctor Alcántara (agente libre).

Por ellos tendrán que pulgar entre 80 y 162 partidos a partir de la próxima campaña y perderán alrededor de US$26 millones.

Completan la decena los estadounidenses Justin Lawrence (Rockies), Tres Barreras (Nacionales) y Kent Emanuel (Astros), que fallaron a dehydrochlormethyltestosterone (DHCMT), el anabólico que se hizo popular en la Alemania Oriental desde 1968 hasta la unificación germana en 1989.

En 2019 hubo cinco suspensiones en la MLB y tres de ellas fueron para dominicanos. En las ligas menores ese año se descubrieron a 51 jugadores que violaron el programa y 21 fueron duartianos.

Cada jugador en roster de 40 está sujeto a al menos un examen en la temporada muerta y a dos durante la campaña. Si en la orina o la sangre de un jugador se encuentra un estimulante prohibido entonces el número de pruebas en el próximo año se le incrementa a seis veces.

La MLB fue de las últimas ligas en asumir una política de dopaje. Apenas hace tres lustros que comenzó un programa que incluía penalidades con partidos y que golpea el bolsillo, uno que, si bien ha mejorado, todavía es considerado débil y vulnerable y suele ser la burla de expertos en la materia.

En las ligas invernales del Caribe y el Pacífico mexicano, únicas donde pueden militar los jugadores bajo contrato con los 30 equipos de MLB, tampoco hay consenso en la lucha contra el uso de estimulantes.

Canó, Reyes, Leyba, Martes, Santana, Clase y Barreras no tuvieron inconveniente alguno para jugar en el torneo 2020-2021 de la Lidom. Nada se lo impide.

México comenzó un programa de dopaje en 2006, pero en noviembre de 2019 se filtró un memorándum de publicación prohibida donde se explicaba que el jugador que fallara a una prueba podía esquivar la suspensión si pagaba US$5,000.

Es la liga venezolana (LVBP) la que ha enfrentado el problema con mayor seriedad. En 2014 aplicó un programa que comprende suspensiones de entre 30 juegos por una primera violación hasta tres temporadas por una tercera.

En tierra de Bolívar si los médicos que llevan el programa encuentran a un jugador con una jeringa no autorizada lo suspenden por 25 choques una primera vez, sube a 50 en la segunda y por tres campañas a la tercera.

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