Violencia en el Capitolio
Joe Biden lo definió acertadamente. Lo que se vivió ayer en Washington no fue una protesta, sino una insurrección. Las imágenes de los asaltantes rompiendo ventanas, robando objetos del Congreso de los Estados Unidos, heridos de bala… sobrepasan cualquier previsión que se hubiera hecho sobre la anunciada manifestación de simpatizantes de Donald Trump.
La ratificación del Congreso de los resultados electorales que dieron la victoria al Partido Demócrata no se iba a suspender por una marcha pacífica. Tampoco el resultado cambiará después de esta demostración de violencia.
Estados Unidos se muestra como un país dividido y furioso. El respeto a los símbolos de su democracia era un sello de la democracia nortemericana y ayer se pasó una línea roja. Donald Trump pidió a sus seguidores que se retiraran, pero lo hizo tarde y mal. Para el liderazgo republicano este es un punto de inflexión; para los demócratas comienza un periodo de gobierno en plena pandemia que ha golpeado muy duro al país.
Como declaró G.W. Bush ayer: “Así es como se discuten los resultados electorales en una república bananera”.